Evaluar una situación utilizando solamente nuestra perspectiva suele ser una excelente manera de fracasar. Si además tratas de entender el comportamiento o los intereses de una sociedad con la que no compartes bases culturales, idioma, principios o creencias, el desastre está garantizado

Hace justo un año, un terremoto de escala 8,5 asoló Japón. Tras el terremoto, un tsunami barrió la costa. Tras el tsunami una central nuclear estuvo a punto de causar una catástrofe sin precedentes a unos cientos de kilómetros de una de las ciudades más pobladas del planeta.
Durante varias semanas, el foco informativo estuvo centrado en el país. Como norma general, el mundo miró con una mezcla de admiración e incomprensión a la sociedad japonesa: pacíficos desplazados, ciudades sin pillaje, jubilados ofreciéndose voluntariamente para trabajar en Fukushima… La mayoría de estos principios se justifican por el principio japonés del Shudan Ishiki. Es un principio fuertemente arraigado en la mentalidad japonesa y que da prioridad al grupo con respecto a la persona. Con un terremoto cada dos años, sería imposible que una sociedad individualista hubiera progresado en la isla.
Otro de los elementos que sorprendían en la sociedad española era la ausencia de lágrimas o de expresión de sentimientos de dolor. Escuché muchas opiniones… algunas de ellas sorprendentemente absurdas. La respuesta es mucho más sencilla y se fundamenta en lo que lo que se denomina uchi to soto. Uchi significa dentro y son las personas realmente cercanas (familia directa y algunos amigos). Soto significa fuera y son el resto de personas. Los sentimientos más profundos solo se pueden expresar con las personas de uchi, y una cámara de televisión es la versión más radical de soto.
Especialmente destacado en España fue el silencio. Silencio en los campos de acogida, silencio en las personas que esperaban una cola infinita para ser evaluados, silencio en los trabajadores (y familias) que arriesgaban sus vidas para taponar las fugas de los reactores. El concepto chinmoku nos explica bastante bien este comportamiento. Para los japoneses el silencio es una forma de comunicación, que se utiliza cuando hay un mutuo entendimiento que hace innecesarias las palabras. Claro que los campos de acogida eran durísimos, claro que los evacuados tenían prisa por abandonar zonas radioactivas y por supuesto las familias de los trabajadores no estaban cómodas con la idea de tener una persona cercana trabajando en uno de los lugares más peligrosos de la tierra… Pero, ¿iba a solucionar algo el expresarlo a gritos? Los receptores (gobiernos, policías, bomberos) entendían perfectamente la situación. Receptores y emisores se comunicaban perfectamente con el silencio.
Desde el punto de vista opuesto, la televisión nipona suele ser tremendamente escrupulosa en evitar mostrar cadáveres en la televisión. Lo consideran una imagen innecesaria e irrespetuosa con el fallecido. Durante las fechas posteriores al tsunami, nuestras televisiones se llenaron de las imágenes que las televisiones japonesas ocultaban, generando un profundísimo dolor en la sociedad expatriada, a la que en cierto modo también trataban de informar.
La catástrofe de Fukushima es solo un ejemplo de lo sencillo que es malinterpretar a una sociedad tan alejada de la nuestra. Cuando tenemos que hacer campañas de comunicación en el exterior, Avoid Self Reference Criteria es sin duda una buena regla… pero creo que el mejor consejo lo dan los nepalíes: “No te acerques a Sagarmatha (Monte Everest) sin la ayuda de Sherpas”.

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