Así como el efecto Pygmalion puede impulsar a una agencia de comunicación hacia la excelencia, el efecto Golem representa el lado oscuro de las expectativas: cuando un cliente tiene percepciones negativas o bajas expectativas sobre una agencia, esto puede desencadenar un ciclo destructivo que afecta tanto la calidad del trabajo como la moral del equipo.

El efecto Golem, al igual que su contraparte positiva, es una forma de profecía autocumplida. Cuando un cliente duda de la capacidad de la agencia para entregar resultados efectivos, estas dudas pueden filtrarse en la dinámica de trabajo. La agencia, consciente o inconscientemente, internaliza estas bajas expectativas y comienza a operar desde una posición de inseguridad y falta de confianza. Esto puede llevar a un enfoque conservador, donde se evitan riesgos y la creatividad se ve sofocada por el temor a fallar.

Este círculo vicioso es particularmente peligroso porque, a medida que la agencia trata de cumplir con las bajas expectativas del cliente, puede producir trabajos mediocres que, en efecto, refuerzan la percepción negativa inicial. El resultado es una espiral descendente donde la calidad del trabajo sigue deteriorándose, y la relación entre la agencia y el cliente se ve cada vez más tensa.

Además, el impacto en el equipo de la agencia no debe subestimarse. La falta de confianza y las críticas constantes pueden minar la moral, llevando a la desmotivación y a una pérdida de talento. Cuando los creativos sienten que su trabajo no es valorado ni respetado, es menos probable que se comprometan a dar lo mejor de sí mismos. Este ambiente tóxico no solo afecta el presente, sino que también puede dañar la reputación de la agencia a largo plazo, haciendo que sea más difícil atraer nuevos clientes o proyectos emocionantes.

En resumen, el efecto Golem en la comunicación puede desencadenar un ciclo de mediocridad que perjudica tanto a la agencia como a sus clientes. Este círculo vicioso es un recordatorio de la importancia de las expectativas y de cómo una relación cliente-agencia basada en la desconfianza y las bajas expectativas puede ser profundamente dañina para ambas partes. Para evitar caer en esta trampa, es esencial cultivar un ambiente de respeto mutuo y confianza, donde se valore el potencial creativo y se fomente la innovación.

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