Muchos años después de que Carl Sagan crease la metáfora del dragón, dicha metáfora a alcanzado su plenitud con la irrupción de las nuevas formas de comunicación y la importancia de los algoritmos en la creación de una realidad.
Carl Sagan
Carl Sagan fue uno de los científicos más influyentes y reconocidos del siglo XX. Astrónomo, astrofísico, cosmólogo, escritor y divulgador científico, Sagan dedicó gran parte de su carrera a hacer accesibles y comprensibles los complejos conceptos de la ciencia. Su serie de televisión «Cosmos: Un Viaje Personal» y el libro homónimo se convirtieron en fenómenos culturales, inspirando a millones a mirar hacia el cosmos con asombro y curiosidad.
Entre sus muchas contribuciones, Sagan escribió «El Mundo y Sus Demonios: La Ciencia como una Luz en la Oscuridad», una obra esencial que defiende la importancia del pensamiento crítico y el método científico. Es en este libro donde presenta la famosa metáfora del dragón en el garaje.
El Dragón en el Garaje: Una Metáfora del Pensamiento Escéptico
En «El Mundo y Sus Demonios», Carl Sagan utiliza una historia simple pero poderosa para ilustrar la importancia del escepticismo y la necesidad de pruebas empíricas. Imagina que alguien te dice que tiene un dragón viviendo en su garaje. Intrigado, decides comprobarlo por ti mismo.
Cuando llegas al garaje, no ves ningún dragón. La persona entonces te explica que el dragón es invisible. Intentas rociar pintura para hacerlo visible, pero te dicen que el dragón es incorpóreo y la pintura no se adhiere. Pruebas con un detector de calor, pero te dicen que el dragón no emite calor. Cada prueba que intentas es desestimada con una excusa que hace imposible la verificación.
La lección de esta metáfora es clara: si una afirmación no puede ser probada ni refutada, no hay manera de distinguirla de una ficción. Sin evidencias, cualquier creencia puede ser verdadera, lo que socava la base misma del conocimiento científico.
Los bulos y las «Fake news»
Los bulos en los medios de comunicación y las redes sociales se han convertido en un fenómeno preocupante que afecta la percepción pública y la toma de decisiones. Estos falsos informes y teorías de conspiración se propagan rápidamente debido a la velocidad y el alcance de las plataformas digitales, alimentados por el sensacionalismo y el sesgo de confirmación.
Las redes sociales, con sus algoritmos de recomendación, tienden a amplificar contenidos que generan más interacción, independientemente de su veracidad. Algunos medios de comunicación también pueden contribuir, ya sea por falta de verificación rigurosa o por la búsqueda de clics y audiencias.
Si bien las redes sociales tienen un mayor alacance y relevancia en la creación de cámaras de eco, los medios de comunicación siguen teniendo una mayor credibilidad dentro de la audiencia, especialmente los convencionales.
¿Y si el algoritmo fuera el auténtico dragón?
Las cámaras de eco creadas por los algoritmos de redes sociales y motores de búsqueda han transformado el paisaje informativo, perpetuando la desinformación y las teorías conspirativas. Estos algoritmos están diseñados para maximizar el tiempo de los usuarios en la plataforma, priorizando el contenido que genera más interacción, lo que a menudo resulta ser contenido sensacionalista o polarizante. Al mostrar repetidamente información que coincide con las creencias preexistentes de los usuarios, los algoritmos crean burbujas informativas donde solo se escuchan opiniones similares, reforzando ideas erróneas y aislando a las personas de puntos de vista contrarios. En este entorno, los bulos y las conspiraciones no solo sobreviven, sino que prosperan, ya que la falta de exposición a información diversa y verificable dificulta que los usuarios cuestionen o refuten las falsedades que se les presentan.
En este contexto, los algoritmos y las cámaras de eco funcionan como la persona que explica el dragón en el garaje en la metáfora de Carl Sagan. Cuando los usuarios intentan buscar evidencias que puedan contradecir las teorías conspirativas, las cámaras de eco proporcionan explicaciones y contraargumentos diseñados para mantener la narrativa existente, tal como las justificaciones que se dan para el dragón invisible. Estas explicaciones refuerzan la creencia en la desinformación, haciendo que cualquier intento de verificación objetiva sea desestimado. Al igual que el dragón en el garaje, las teorías de conspiración y los bulos se vuelven inmunes a la refutación, ya que las cámaras de eco aseguran que los usuarios reciban constantemente justificaciones que mantienen viva la ilusión, alejándolos de la realidad basada en pruebas y evidencias.
Sagan, Carl (1997). «10». El mundo y sus demonios. Barcelona: Ediciones B. p. 320. ISBN 978-84-08-05819-9.