Pioneros de la comunicación: Selfridges y Harrods, los nombres de dos grandes almacenes londinenses bien conocidos y que en su época marcaron la imagen a la que debían adecuarse los grandes almacenes de calidad de todo el mundo.
Sus fundadores supieron usar e inventar nuevas técnicas de marketing para atraer a más y mejores clientes, y como en muchas empresas pioneras, fueron empresarios con buenas ideas y mucho arrojo.
Harrods fue la primera en crearse: su fundador, Charles H. Harrod, tenía ya su propia mercería con 25 años, pero en 1851, el año de la Gran Exposición de Londres, decidió embarcarse en un nuevo proyecto: encontró un local grande y cercano al evento con el que aprovecharía todo el flujo de visitantes y aplicaría el novedoso concepto de almacén por departamentos, donde se vendían desde medicinas, hasta ropa, perfumes o fruta. Su lema era Omnia Omnibus Ubique, algo así como “Todas las cosas, para todas las personas”. A principios del siglo XX ya eran conocidos como los mejores grandes almacenes del mundo.
Uno de sus aciertos fue ofrecer crédito para compras a sus mejores clientes, entre ellos Oscar Wilde, Charly Chaplin, Laurence Olivier, Vivien Leigh y otros famosos de la época. Los visitantes no solo eran atraídos por la gran variedad de mercancías, sino por la posibilidad de encontrarse con alguna de estas celebrities haciendo shopping. Harrods proyectaba así una imagen de glamour y exclusividad, convirtiéndose en el gran almacén londinense por excelencia, pero al poco tiempo le saldría un duro contrincante con ideas frescas y nuevas que atraerían a muchos clientes: Selfridge’s.
El fundador de esta casa, Harry Gordon Selfridge, era un americano hecho a sí mismo: empezó como repartidor de periódicos y pasó por muchos otros trabajos no muy bien pagados, hasta que recaló en unos grandes almacenes de Chicago, donde aprendió bien cómo funcionaba este negocio.
En 1906 viajó a Londres y decidió invertir dinero en un local en Oxford Street, que entonces no era el barrio céntrico, lleno de tiendas y moderno de hoy en día. En 1909 abrieron los almacenes que acabarían por hacerse míticos.
Su idea de ir de compras era que esta debía de ser una experiencia divertida, un modo de ocio, más que una salida para cubrir necesidades.
Algunas de sus ideas, muchas usadas luego por grandes almacenes de todo el mundo como El Corte Inglés, Galeries Lafayette o Macy’s , fueron situar la sección de perfumes justo en la entrada (pues es la sección que más atraía a las mujeres y donde más “compras por impulso” se hacían), instalar grandes cristaleras con escaparates atractivos donde mostrar los productos, organizar exposiciones temporales curiosas y divertidas, que atrajeran clientela (por ejemplo, el primer aeroplano el cruzar desde América hasta Europa fue exhibido en sus grandes almacenes, y visitado por más de 12.000 personas), demostraciones de uso de productos en vivo (por ejemplo la primera vez que se mostró un aparato de televisión en público fue en 1925 en el primer piso de los grandes almacenes), la instalación de una enorme terraza en el tejado de sus grandes almacenes, con jardines y cafetería, para descansar después de una tarde de compras…
Todas estas novedades, junto con el trato exquisito (al fundador de Selfridge’s se le atribuye la frase “El cliente siempre tiene la razón”) y la gran cantidad de productos convirtió a Selfridge’s en poco tiempo en el otro gigante de los grandes almacenes de Londres y gran rival de Harrod’s.