Hoy hoy vamos a conocer algunos datos más sobre este personaje que no sólo consiguió implantar el rentable modelo de producción de Ford en Europa sino que fue un pionero en el uso del marketing para promocionar su marca
Tras haber gestionado con mucho éxito una fábrica de producción de armamento durante la I Guerra Mundial, funda la fábrica de automóviles Citroën en París en 1919.
Fue uno de los primeros empresarios en darse cuenta de la importancia de la publicidad, y así lo demostró con varias acciones y eventos dirigidos a dar a conocer la marca Citroën y extender su prestigio por el mundo.

Decidió por ejemplo crear una pequeña división dentro de su fábrica en la que se fabricaran juguetes, pequeñas réplicas de los coches Citroën, para que los niños jugaran (o los mayores los coleccionaran), instaurándose así Citroën como una marca aspiracional en la mente de los niños. También fue el primero en hacer espectaculares test de prueba de sus coches –llevándolos al desierto, tirándolos por un barranco…- para probar al público la eficacia de sus motores y carrocería y lograr centrar la atención mediática.
En 1922 organizó una travesía del Sáhara para probar la eficacia de sus primeros todo terreno, invitando a la prensa a unirse al viaje. En 1924 organizó la Croisiere Noire (la Cruzada Negra, por el continente africano), de la que ya hablamos en otra entrega de Pioneros de la Comunicación, que fue seguida en 1931 por la Cruzada Amarilla (travesía por Asia) y por la Cruzada Blanca (por Alaska). Estos fueron viajes expedicionarios con coches Citroën preparados para terrenos difíciles, que sirvieron para recoger interesantes datos científicos y antropológicos además de para reportarle buena cobertura de medios en la época.
En 1925 se le ocurrió la “brillante” idea de iluminar la Torre Eiffel de noche, con las letras de su marca a lo largo de la estructura, para lo que se usaron más de 125.000 bombillas (circula también la cifra de 250.000, probablemente “hinchada” para ser más espectacular y por tanto más susceptible de ser noticia). Convirtió así al símbolo de París en la señal publicitaria más grande del mundo.
Consiguió también que personalidades de la época visitaran la fábrica, consiguiendo gracias a esos personajes aparecer una y otra vez en los medios. Él mismo definía sus cuarteles generales como “la fábrica más bella de Europa”, fomentando así que fuera también visitada por turistas (como hoy en día lo es la fábrica de Heineken en Ámsterdam, u otras fábricas originales de grandes marcas, que se han convertido en una parada turística más de algunas ciudades), lo que contribuía a “crear marca”.
Uno de los visitantes ilustres fue Charles Lindbergh, el primer piloto que cruzó en solitario el Atlántico sin escalas desde Nueva York hasta París, el Felix Baumgartner de esa época. Cuando aterrizó en la capital francesa Lindbergh declaró que en el último tramo de su vuelo se guió gracias a la magnífica iluminación de la torre Eiffel (las letras de Citroën). ¡Qué más podría desear un publicista!
André Gustave Citroën patrocinó también la iluminación y reparación de varias plazas de París -entre ellas la famosa Plaza de la Concordia- y donó dinero para la reconstrucción de la iglesia de Saint Christophe. Murió en 1935; ese día se apagaron en señal de luto las luces de las letras de Citroën de la torre Eiffel para nunca más volverse a encender.

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